
Por: Juan Carlos Pinto Quintanilla
LAS OPINIONES EXPRESADAS POR LOS COLABORADORES SON PROPIAS Y NO LA OPINIÓN DE KANDIRE
Nos encontramos en medio de una batalla mediática producto de la coyuntura electoral judicial que nos aprestamos a vivir. Sin embargo el debate central no está en quienes serán los elegidos por el voto, sino en torno a lo que los partidos opositores han definido como parte de su estrategia con el voto nulo, para frenar la reelección de Evo Morales.
Tenemos de manera adelantada un proceso electoral rumbo al 2019, y como escenario inicial las elecciones judiciales 2017.
Recordarles a algunos opositores que están quemando cartuchos contra nuestra posibilidad de elección, de que la crisis de la justicia es parte de la creación colonial, donde las leyes estaban diseñadas para mantener clara la exclusión y la discriminación y el derecho como expresión de poder de Estado. Luego con la república no cambió demasiado, y en algunos casos empeoró, pues si bien existían constituciones y normas, estas se ajustaban según el caudillo de turno y los escasos espacios democráticos estaban restringidos a los sectores dominantes incluidos la iglesia católica y la escasa clase media de esos tiempos. Ni que decir de los doctorcitos que por su relación con el poder y por turno, eran elegidos jueces y magistrados, para corroborar los mandatos del gobernante de turno.
La revolución nacionalista del 52 no transformó mucho esta condición colonial, pues para la nueva élite movimientista fue más fácil mantener los cordones de control sobre la justicia, para de esta manera justificar y legalizar este nuevo momento histórico. Entonces del movimientismo que generó una nueva organización del poder judicial pero con tintes antiguos y coloniales; y que luego fueron transversales a los gobiernos golpistas y al propio neoliberalismo. No hubo transformación y más bien se mantuvo el corte autoritario, elitista y discriminador del poder judicial, como expresando la esencia del Estado que hasta entonces no se traducía en los gobiernos de minorías para oprimir y legislar sobre las mayorías. De esta manera de los dictadores que ponían a dedo a sus jueces elegidos, se pasó al cuoteo “democrático” de los partidos unificados en los gobiernos neoliberales.
Un haz de misterio se cernía sobre las decisiones de los tribunos, que como decisión divina arrojaban sus veredictos que sin comprensión alguna de sus contenidos por la mayoría se convertían en realidades cada vez más injustas. La retardación de justicia, la burocratización tenían el propósito de encubrir los negociados de los jueces para pedir sobornos y coimas para dictar sentencias. Los más beneficiados siempre los que tienen recursos para seguir dándole un curso a la justicia, los más, pobres y sin defensa, en la cárcel o en la indefensión absoluta respecto a sus derechos.
La esencia del Estado en su superestructura jurídico política está contenido en el órgano Judicial, que concentra la moral del deber ser del Estado, y genera normas y reglas para la convivencia y definitivamente legitima los abusos y discriminaciones que se han gestado a lo largo de la historia. Ahora bien, ese núcleo duro del derecho en el Estado es el que ha sostenido su apariencia de representación, mientras en la realidad reproducía la exclusión de las mayorías. Es la primera constatación que realizaron los constituyentes de mayoría el 2006, y por tanto asumieron el mandato de mayoría de desaparecer esta representación elitaria de cuoteo y ponerla a disposición del voto del pueblo. No es como dice un opinador opositor de que algunos asesores extranjeros se les ocurrió esta “experiencia democrática” basados en la propuesta Suiza; comentario que raya una vez más en el racismo al quitarle capacidad interpelatoria y propositiva al pueblo mayoritario.
Es a partir de esta constatación política del poder colonial y republicano, que se prefigura la posibilidad de construir la alternativa del voto, sin embargo, toda esta transformación además en el marco de un todavía estado republicano que seguía emitiendo su propia forma de organizar el poder. Es un proyecto de país contenido constitucionalmente que quiere expresar el encuentro entre la Bolivia republicana y la Bolivia Plurinacional, y que así como reconoce a la Democracia representativa, lo hace en la misma jerarquía con la Directa y participativa y la Comunitaria; con la tarea fundamental de generar puentes de encuentro y reconocimiento mutuo de las múltiples dimensiones pluriculturales de la Democracia.
De esta manera es que podemos entender las reglas que se pusieron a esta sui generis forma de elección judicial, donde existe una preselección en base a todas/os que se quieran presentar cumpliendo los requisitos, donde todos tienen las mismas posibilidades en los medios de comunicación, no pueden hacer campaña pero si enunciación de méritos, pero además pueden debatir y exponer para conocimiento de la ciudadanía que votará. Es un primer esfuerzo a nivel estatal de encuentro intercultural entre lo representativo, porque elegimos con el voto universal; y lo comunitario, porque establecemos la igualdad de oportunidades para los seleccionados sin respaldo de los partidos u organizaciones políticas. Estamos cualificando nuestra Democracia haciéndola Intercultural y buscando construir nuestro propio modelo que haga más participativa y equitativa la participación ciudadana en las decisiones.
Por eso votamos en este espacio y nos enteramos sobre los candidatos, y seguramente buscaremos formas ciudadanas de hacer seguimiento social de su gestión, para evitar una aún mayor crisis de la justicia, punto en el que hoy nos encontramos por la corrupción generalizada y la incapacidad de los Magistrados nombrados en la anterior elección del 2011 que no fueron capaces de transformar nada en esencia.
Por eso nuestro voto válido es importante, porque lo estamos haciendo por la Democracia Intercultural, para ratificar la ruta de una Bolivia diferente más equitativa y democrática. Por otra parte el voto nulo proclamado por la oposición, se pretende montar en el desconcierto ciudadano ante el tipo de elección, para llevar la elección a una especie de plebiscito, que según ellos les permitiría sumar puntos rumbo a las elecciones 2019 y reiterar el voto de negación a la reelección del presidente Evo.
Lo que debemos asumir como país, es que al no tener propuesta de país, la oposición lo único que puede ofrecer es la negación, como lo ha hecho a lo largo de estos 11 años. El antievismo es su única razón de ser, y por tanto el voto nulo que proponen es justo eso, oponerse sin proponer nada más que el caos y el retorno al pasado. Por eso participar y votar es importante, y aun cuando las cifras de participación pudieran descender tendencialmente, tomar en cuenta que estamos haciendo gestión de una nueva forma de vivir la democracia, y que seguramente demoraremos en hacer costumbre esta forma de elección, junto a la mejora de procedimientos para la participación popular y también las formas de evaluación de gestión de quienes resultaran elegidos por el voto popular.
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