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Opinión

Recordando los 40 años del asesinato del padre Luis Espinal
Por: Stefan Gurtner *

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Creador. Luis Espinal durante el rodaje de la película “Chuquiago Marca”. | ARCHIVO


Al atardecer del 8 de julio de 2015 el convoy del papa Francisco, de visita a Bolivia, hizo parada en una curva de la autopista que lleva del aeropuerto a la ciudad de La Paz. Frente a una simple cruz ahí instalada rezó brevemente por el padre jesuita Luis Espinal, asesinado hace 40 años. Algo más tarde, ese 8 de julio de 2015, el entonces presidente boliviano Evo Morales entregó al Papa la réplica de un crucifijo hecho de una hoz y un martillo que había tallado el mismo Espinal. ¿Quién era Luis Espinal y qué circunstancias llevaron a su muerte violenta?

Espinal nació en Sant Fruitós de Bages, un pequeño pueblo cerca de Manresa, provincia de Barcelona, Cataluña, el 4 de febrero de 1932. Su madre falleció en sus primeros años de vida. Cuando tenía cuatro años estalló la guerra civil española. Uno de sus hermanos mayores perdió la vida en esta contienda sangrienta. Con 17 años ingresó como novicio en la orden jesuita, a la cual fue leal hasta el final de su vida. En el año 1962 fue ordenado sacerdote e inmediatamente después estudió Comunicación Social en la especialidad de cine y televisión en Bérgamo, Italia.

En ese tiempo escribió una serie de oraciones —nada extraordinario para un cura, se podría decir—. Extraordinario, sin embargo, fue el título “Oraciones a quemarropa”, extraordinario sobre todo en la muy católica y conservadora España de la dictadura de Franco. Las oraciones tratan de los problemas de la juventud, de sexo, de música moderna y de un Dios que camina hombro con hombro con las personas en las calles contaminadas y congestionadas de autos.



Después de su formación en Comunicación Social comenzó a trabajar como director de un club de cine en Barcelona, como crítico de cine y en la televisión española. Su programa “Cuestión urgente” fue censurado por el régimen franquista cuando se atrevió a mostrar las miserias de los suburbios de Barcelona. La casualidad quiso que en este momento estuviera de visita un obispo, el controvertido Genaro Prata, quien era responsable del rubro “medios de comunicación” de la Conferencia Episcopal boliviana. Invitó al polémico sacerdote a Bolivia, donde encontró a su segunda Patria a partir de 1968.

Inició su labor docente en la Universidad Católica Boliviana (UCB) y después también lo hizo en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) de La Paz. Publicó reseñas de cine en periódicos y se enfrentó críticamente con el tema del cine en varios libros que escribió. No se cansaba de cuestionar al cine “comercial”. Defendía la posición de que el arte cinematográfico debía ponerse a disposición de la lucha social.

Como era de esperar, pronto también comenzó a levantar ronchas en Bolivia. Entre 1964 y 1982 rigió, con pocas y cortas interrupciones, una dictadura militar durante la cual se turnaron varios generales. El tiempo entre 1971 y 1978 estuvo marcado por el gobierno del general Hugo Banzer y su lucha frontal contra el comunismo.

En cambio, Espinal, motivado por el Concilio Vaticano II y especialmente por la Conferencia Episcopal de Medellín de 1968, se volcó en la teología de la liberación. La Iglesia debía convertirse en una “iglesia para los pobres” y comprometerse por los derechos y necesidades de los más marginados. Este punto de vista llevó a Espinal a criticar, en parte públicamente y con palabras bastante duras, a sus colegas y hasta a obispos. También defendía la opinión de que la Iglesia no podía ser neutral entre los explotados y los explotadores. Jesús tampoco era “neutral”, tomaba claramente posición en favor de los pobres y oprimidos y pagó con su vida por eso. En vista de que Espinal defendía cada vez más consecuente y radicalmente las causas de la teología de la liberación, fue acusado por los militares de “extranjero extremista y comunista”. Más aun, cuando en 1976 participó en la fundación de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos. A principios de 1978 asistió a una histórica huelga de hambre que iniciaron cuatro mujeres de las minas cuyos esposos estaban detenidos. Pedían la liberación de sus esposos y una amnistía general para todos los presos políticos. La huelga se propagó como un reguero de pólvora por todo el país. Después de 19 días, Banzer tuvo que ceder. Fue el inicio del fin de su gobierno. Espinal escribió un testimonio detallado sobre esta experiencia, el cual más tarde fue denominado su “testamento político y espiritual”.

Un año más tarde, Espinal fundó con un grupo de periodistas el semanario “Aquí” y se convirtió en su director por ser el único aceptado por aquellos periodistas de distintas corrientes de izquierda. Buscaban un semanario que pudiera publicar lo que sabían, pero los periódicos tradicionales no se animaban a publicar. Mientras tanto, la situación de Espinal se volvía cada vez más crítica. Recibía a menudo amenazas de muerte. La cúpula eclesial le exigió insistentemente que renunciara a sus publicaciones peligrosas. Sin embargo, el provincial de los jesuitas, P. Víctor Blajot, le defendió siempre, tras escuchar sus argumentos. A principios de 1980 Espinal hizo públicos nuevos aprestos golpistas y la involucración de altos oficiales en el narcotráfico y en otros negocios ilícitos. En febrero la oficina de redacción del semanario fue objeto de un atentado con dinamita. En la noche del 21 al 22 de marzo fue secuestrado y asesinado brutalmente por paramilitares, a cargo de coronel Luis Arce Gómez y del criminal de guerra nazi Klaus Barbie. Solamente dos días después se dispararon los tiros fatales en contra del arzobispo de El Salvador, Oscar Romero.


* Educador y escritor, miembro de PEN-Bolivia