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Opinión

Un dilema de Boric
Por: Juan Cristóbal Soruco

LAS OPINIONES EXPRESADAS POR LOS COLABORADORES SON PROPIAS Y NO LA OPINIÓN DE KANDIRE
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Se puede escribir de muchas maneras sobre la contundente victoria del candidato de la izquierda Gabriel Boric en la segunda vuelta electoral que se realizó en Chile, más aún mirando desde un país vecino con el que tendrá mucho que negociar.

Una de ellas es sobre las especulaciones que circulan sobre su origen izquierdista, lo que automáticamente permite a muchos analistas y operadores políticos afiliarlo al Socialismo del Siglo XXI, como también lo hacen felices (¡ay!, con los extremos que se tocan) tanto los voceros de esta tendencia como de sectores de la derecha chilena e internacional.

Sin embargo, no todo éxito electoral del genéricamente denominado campo popular o de la izquierda es, necesariamente, victoria del Socialismo del Siglo XXI. Es más, creo que con el resultado obtenido por Boric puede comenzar un proceso de recuperación de valores del socialismo democrático hoy venidos a menos por la acción corrosiva de esa corriente y de sus sucesores de Puebla, que le han hecho más daño que todo el arsenal ideológico del conservadurismo más retrógrado.

Eso ocurriría si el presidente electo Boric decide, con sus propias particularidades y en las condiciones actuales, andar por la senda que la izquierda democrática recorrió con presidentes como Ricardo Lagos y Michel Bachelet en Chile; Tabaré Vásquez y José Mujica en Uruguay; Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, quienes lograron mejorar las condiciones de vida de sus poblaciones y profundizaron sus sistemas democráticos y de respeto a los derechos humanos.

No es una opción fácil, pues implica una dura batalla en contra de los exponentes del Socialismo del Siglo XXI que se han vuelto especialistas en denostar a quien piensa diferente. Tan es así que pareciera que se sienten iluminados capaces de determinar quién es quién. De hecho, salvo Lula y Dilma, quienes lograron establecer un precario equilibrio con ese grupo, a los demás mandatarios citados los han calificado como de “derecha”, coro al que, con más sentimiento que conocimiento, se sumaron varias personalidades políticas, especialmente europeos, con amplia llegada a medios de comunicación.

Además, adherirse al socialismo democrático es volver a izar las banderas del respeto a los derechos humanos, el Estado de derecho, el sistema democrático y la transparencia, las que han sido arriadas por los socialistas de nuevo cuño que, donde tomaron el gobierno, destrozaron las precarias instituciones democráticas existentes. Y lo hicieron pese a que fue esa institucionalidad democrática la que les permitió llegar al poder y poner a sus respectivas naciones al servicio del dictador en funciones y su corte de áulicos.

Esa adhesión también exige superar la polarización a la que conduce el Socialismo del Siglo XXI, así como sus oponentes más radicales de la derecha, que, en el caso chileno, incluso intentaron levantar la figura de Augusto Pinochet. Esto significa que Boric deberá enfrentar similares embates de diferentes oponentes que buscarán, cada cual por su lado, volver a romper la tradición republicana de ese país que, hasta ahora, es más fuerte de lo que se supone si nos atenemos a las formalidades que siguieron al conocerse los resultados electorales: la llamada de felicitación del candidato derrotado al presidente electo, la conversación de Boric con el mandatario chileno y las reuniones que sostienen, el discurso del presidente electo al conocerse su victoria convocando a la unidad de la población, así como el del candidato perdidoso, José Antonio Kast, con similar contenido.

Pero, siempre está en pie, por diferentes razones, especialmente presiones internas e internacionales, la posibilidad de que Boric opte, Dios nos libre, por seguir al Socialismo del Siglo XXI…

En todo caso, la decisión que adopte en este tema influirá también en el tipo de relaciones que se establecerán entre los gobiernos de Bolivia y Chile.

Habrá pues, mucho que escribir sobre el tema.



Se puede escribir de muchas maneras sobre la contundente victoria del candidato de la izquierda Gabriel Boric en la segunda vuelta electoral que se realizó en Chile, más aún mirando desde un país vecino con el que tendrá mucho que negociar.

Una de ellas es sobre las especulaciones que circulan sobre su origen izquierdista, lo que automáticamente permite a muchos analistas y operadores políticos afiliarlo al Socialismo del Siglo XXI, como también lo hacen felices (¡ay!, con los extremos que se tocan) tanto los voceros de esta tendencia como de sectores de la derecha chilena e internacional.

Sin embargo, no todo éxito electoral del genéricamente denominado campo popular o de la izquierda es, necesariamente, victoria del Socialismo del Siglo XXI. Es más, creo que con el resultado obtenido por Boric puede comenzar un proceso de recuperación de valores del socialismo democrático hoy venidos a menos por la acción corrosiva de esa corriente y de sus sucesores de Puebla, que le han hecho más daño que todo el arsenal ideológico del conservadurismo más retrógrado.

Eso ocurriría si el presidente electo Boric decide, con sus propias particularidades y en las condiciones actuales, andar por la senda que la izquierda democrática recorrió con presidentes como Ricardo Lagos y Michel Bachelet en Chile; Tabaré Vásquez y José Mujica en Uruguay; Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, quienes lograron mejorar las condiciones de vida de sus poblaciones y profundizaron sus sistemas democráticos y de respeto a los derechos humanos.

No es una opción fácil, pues implica una dura batalla en contra de los exponentes del Socialismo del Siglo XXI que se han vuelto especialistas en denostar a quien piensa diferente. Tan es así que pareciera que se sienten iluminados capaces de determinar quién es quién. De hecho, salvo Lula y Dilma, quienes lograron establecer un precario equilibrio con ese grupo, a los demás mandatarios citados los han calificado como de “derecha”, coro al que, con más sentimiento que conocimiento, se sumaron varias personalidades políticas, especialmente europeos, con amplia llegada a medios de comunicación.

Además, adherirse al socialismo democrático es volver a izar las banderas del respeto a los derechos humanos, el Estado de derecho, el sistema democrático y la transparencia, las que han sido arriadas por los socialistas de nuevo cuño que, donde tomaron el gobierno, destrozaron las precarias instituciones democráticas existentes. Y lo hicieron pese a que fue esa institucionalidad democrática la que les permitió llegar al poder y poner a sus respectivas naciones al servicio del dictador en funciones y su corte de áulicos.

Esa adhesión también exige superar la polarización a la que conduce el Socialismo del Siglo XXI, así como sus oponentes más radicales de la derecha, que, en el caso chileno, incluso intentaron levantar la figura de Augusto Pinochet. Esto significa que Boric deberá enfrentar similares embates de diferentes oponentes que buscarán, cada cual por su lado, volver a romper la tradición republicana de ese país que, hasta ahora, es más fuerte de lo que se supone si nos atenemos a las formalidades que siguieron al conocerse los resultados electorales: la llamada de felicitación del candidato derrotado al presidente electo, la conversación de Boric con el mandatario chileno y las reuniones que sostienen, el discurso del presidente electo al conocerse su victoria convocando a la unidad de la población, así como el del candidato perdidoso, José Antonio Kast, con similar contenido.

Pero, siempre está en pie, por diferentes razones, especialmente presiones internas e internacionales, la posibilidad de que Boric opte, Dios nos libre, por seguir al Socialismo del Siglo XXI…

En todo caso, la decisión que adopte en este tema influirá también en el tipo de relaciones que se establecerán entre los gobiernos de Bolivia y Chile.

Habrá pues, mucho que escribir sobre el tema.