
Por: María Galindo *
LAS OPINIONES EXPRESADAS POR LOS COLABORADORES SON PROPIAS Y NO LA OPINIÓN DE KANDIRE
Está claro que el Día de la Mujer, el Día del Indio o del Discapacitado son días absurdos que como tantos otros suelen servir para que quienes gobiernan en nombre de los intereses del hombre blanco, sano, heterosexual, católico se dirijan a esos “otros” para felicitarnos, para recordarnos que nos han otorgado tal o cual derecho retórico y periférico, que no afecta la pirámide de privilegios del sistema, y para recordarnos que sus políticas de inclusión, igualdad y demás trillados temas son propuestas que requieren nuestra infinita paciencia para asumir que vamos por un buen camino hacia alguna situación que algún día será mejor. Se convierten en días cuando prácticamente se nos refriega en la cara que no es necesaria ninguna revolución para cambiar las cosas, sino que con una lista de demandas basta.
Especialmente el Día de la Mujer ha llegado a su límite de toxicidad ideológica, porque sirve también para que organismos internacionales justifiquen su despilfarro de dinero y sus jugosos sueldos en nombre de la pobreza de las mujeres o de la violencia machista que sufrimos. Hasta las empresas aprovechan para hacer marketing y vendernos alguna cosa. En Bolivia en el Día de la Mujer se nos aplaude la abnegación, se nos aplaude el no tener tiempo ni para ir al baño y se nos recuerda que en toda la historia de Bolivia hay sólo dos mujeres con nombre propio: Juana Azurduy y Bartolina Sisa.
Reconocidas porque irrumpieron con armas en la versión masculina de la historia.
Quienes entendemos la lucha feminista como un hecho cotidiano, como una práctica que involucra todo el pensar y el sentir, vemos con cierta desazón el esfuerzo de organizaciones feministas que a escala mundial se movilizan por un día y cuya fuerza, y resistencia, apenas les alcanza para eso, movilizarse un día. Aparecen el 8 de marzo y desaparecen el 9, como si de una estrella fugaz se tratara.
Quienes entendemos la lucha feminista como un fenómeno planetario presente hoy en todas las esquinas, culturas y latitudes del mundo, entendemos que no hay un feminismo, sino muchos feminismos diferentes y que las mujeres del sur del mundo no somos herederas, ni hijas de las sufragistas, ni tenemos conexión histórica con las obreras quemadas en las fábricas de la Revolución Industrial, que el 8 de marzo evoca.
Somos las mujeres ancladas en la lucha por subsistir, no somos las mujeres con espacio para buscar mejoras salariales o mejores condiciones de trabajo en el espacio que ocupamos; sino que somos las que no tenemos espacio laboral alguno, por lo que andamos inventando la vida cada día por fuera de todo marco laboral o salarial.
No somos las estrellas de Hollywood que despertaron de su largo sueño para decir basta al acoso sexual frente a miles de cámaras; somos las niñas ultramanoseadas, múltiplemente violadas que aprendimos a correr sin parar, que aprendimos a patear y que no tenemos una ventanilla donde denunciar algo que no sabríamos por dónde empezar a contar.
No somos las víctimas del subdesarrollo, sino justamente somos las víctimas descartables de las políticas de desarrollo que convirtieron a nuestras madres de desempleadas a deudoras y a nosotras en insolventes crónicas. Nuestro problema no es la autoestima, ni lo que queremos ser de mayores.
No se resume en la palabra discriminación el lugar que nosotras ocupamos, tampoco se resume en la palabra igualdad lo que andamos buscando.
Hay un momento en este camino en el que nos hemos dado cuenta que este lugar de paria, paridora, servidora 24 horas; este lugar de servidumbre, este lugar de muda, este lugar de fea tiene que ver con la economía, con la cultura, con la política y con todo sin excepción.
Por eso nuestra lucha es política, no por ser diputadas o alcaldesas, es más esas mujeres no nos representan porque lo que representan son los intereses de sus respectivos partidos y caudillos.
Nuestra lucha es política porque tiene que ver con la sociedad que queremos construir. Tenemos que resolver juntas esa lucha por el tipo de sociedad que queremos construir desde y a partir de lo que somos, y esa pregunta no cabe dentro de un 8 de marzo; es una pregunta que abarca 365 días del año y lo mejor de nuestros más osados sueños.
* María Galindo es miembro de Mujeres Creando.
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