
Por: María Beatriz Gentile *
LAS OPINIONES EXPRESADAS POR LOS COLABORADORES SON PROPIAS Y NO LA OPINIÓN DE KANDIRE
Terminar con Evo Morales, desaparecerlo-asesinarlo si es posible, es una forma de borrar la Bolivia refundada que la Asamblea Constituyente convirtió en Estado Plurinacional.
Bolivia tuvo su Cristo Vence. El empresario santacruceño Luis Fernando Camacho entró a la casa de gobierno, sin que nadie lo eligiera, se arrodilló frente a una bandera y una biblia y rezó vaya a saber una a que Dios.
Consumado el golpe de estado contra Evo Morales, la Bolivia blanca, que habla español y concentra la riqueza, aspira a desterrar esa otra Bolivia que tuvo la insolencia de triplicar el PBI, nacionalizar los hidrocarburos, aumentar el salario real, bajar la pobreza y convertir la palabra ‘dignidad’ en un derecho universal.
Frente a los hechos, están quienes dicen que Morales se equivocó, que la intromisión de la OEA no era necesaria, que se podría haber evitado y unas cuantas cosas más. Pero quizás no sea tan así. La conspiración golpista arrancó el día que Evo asumió.
Este golpe llegó para terminar con mucho más que una experiencia de gobierno democrático. Bolivia fue el cisne negro de la región. Nadie aventuraba en el 2006, que un dirigente cocalero y aymara como presidente de la nación durara demasiado. Sin embargo, fue reelegido en cuatro oportunidades y convirtió al país en el único con crecimiento sostenido sin sacrificar el presente de su pueblo.
El golpe se hizo para confirmarle a esa América indígena, campesina y trabajadora que su lugar está abajo: en la tierra como siervos, en la mita como esclavos, en la ignorancia como analfabetos.
Derrocaron al gobierno constitucional, para actualizar el viejo pacto colonial que la oligarquía boliviana firmó hace más de un siglo. Para devolverle al capital transnacional la administración de sus recursos a cambio de que les garanticen su señorío local. Porque parafraseando a José Carlos Mariátegui, la burguesía boliviana primero es blanca y después es boliviana.
Terminar con Evo Morales, desaparecerlo-asesinarlo si es posible, es una forma de borrar la Bolivia refundada que la Asamblea Constituyente convirtió en Estado Plurinacional. Es retornar a la republica cerrada, a la nación racista, al idioma del conquistador y a su dios único.
La violencia desatada lo demuestra. Como sectas enloquecidas uniformadas y sin ley, los hombres del golpe salieron a quemar casas, golpear, perseguir con el odio acumulado por tan solo trece años de justicia contra 500 de ignominia.
La América vecina poco ha dicho. Solo el México de López Obrador ofreció asilo. Por el contrario, la Argentina de Macri, el Brasil de Bolsonaro y el oasis de Piñera ni siquiera se atrevieron a llamarlo ‘golpe de estado’. Callada o abiertamente festejan, Bolivia molestaba. Demasiados buenos datos para una experiencia conducida por quien dijo que ‘ser indígena y de izquierda’ resultó ser un pecado.
Evo Morales renunció “…para que Mesa y Camacho no sigan hostigando al pueblo boliviano.., para que dejen de quemar casas… basta de patear a campesinas en Santa Cruz y Cochabamba… dejen de asesinar a gente humilde, a hermanos bolivianos en las calles...Como primer presidente indígena es mi obligación buscar esta pacificación… Esto duele mucho… pero no termina acá, vamos a continuar luchando por la igualdad y la paz".
La violencia racista y antidemocrática en Bolivia, cual ‘pogrom’ de antaño, duele. Duele en la memoria como repetición de la peor página de nuestra historia.
En tradición andina, PachaKuti (cambio de la tierra) significa la transformación del todo, un cambio general del orden, una inversión donde lo que está “arriba” pasa a “abajo” y viceversa. Y según dicen los amautas, no hace mucho ha comenzado uno de luz. Ojalá sea así, quisiera creerlo.
(*) Historiadora, ex delegada de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
Otras Opiniones del Autor
Por: María Beatriz Gentile *
17 Nov 2019 El triunfo de Evo Morales en el 2006 fue el comienzo de 13 años que cambiaron la historia de Bolivia. El golpe de estado ocurrido hace una semana ha truncado este camino. Pero el mito revolucionario de la igualdad vive en los Andes. En ...