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Opinión

Bolivia: el mito vive en los Andes
Por: María Beatriz Gentile *

LAS OPINIONES EXPRESADAS POR LOS COLABORADORES SON PROPIAS Y NO LA OPINIÓN DE KANDIRE
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El triunfo de Evo Morales en el 2006 fue el comienzo de 13 años que cambiaron la historia de Bolivia. El golpe de estado ocurrido hace una semana ha truncado este camino. Pero el mito revolucionario de la igualdad vive en los Andes.


En América Latina los llamados movimientos sociales comenzaron a visualizarse como tal, en los años ‘80. Se trataron de movimientos cuya composición social era plural, en términos de clase, y se articularon detrás de reivindicaciones específicas como la oposición a las dictaduras, la defensa de los derechos humanos y/o la demanda de derechos sociales conculcados por los regímenes autoritarios.

En los años ‘90, como segunda oleada, los movimientos combinaron una doble pertenencia, explica Waldo Ansaldi, la clasista (campesinos) y la étnica (pueblos originarios). Reaccionaron al modelo de ajuste neoliberal que puso en riesgo su propia existencia, tanto en términos territoriales como culturales. El punto de partida fue el alzamiento indígena-campesino de Ecuador extendiéndose a Bolivia, México y en menor medida Guatemala

En Bolivia la movilización popular comenzó con la reacción a la desnacionalización de la minería ejecutada por el gobierno de Víctor Paz?Estenssoro. A través del decreto 21060 del 29 de agosto de 1985, el ejecutivo ponía fin a la Corporación Minera (Comibol) y despedía a unos 27.000 trabajadores. 

Los mineros fueron “relocalizados” la mayoría en El Alto, ciudad contigua a La Paz y otros en el Chapare, donde se tornaron campesinos cocaleros. Allí llevaron su experiencia sindical que terminó por articularse con prácticas de las comunidades locales. 

El Alto pasó de 307.000 habitantes en 1985 a 922.000 en 2018 y se convirtió en la ciudad emblemática de los efectos de las políticas de ajuste y despojo



En al año 2000, el histórico Altiplano rechazaba la privatización del agua y su aumento tarifario del 300%. Hay que considerar, que la ciudad de Cochabamba contaba a inicios del siglo XXI con 700.000 personas, de ellas solo la mitad accedía al servicio de agua y el resto debía consumir de los carros cisterna que llegaban a los barrios marginales. 

La llamada ‘Guerra del Agua’ movilizó a los cochabambinos  que junto a los bloqueos aymaras terminaron por frenar la medida. Todo ello dejaba una exitosa y potente experiencia organizativa que devino en la revitalización de las estructuras comunales -cabildos, asambleas y comités- y del discurso indígena. 

La “Guerra del Gas” (2003-2005) fue la tercera gran acción de esta fase de movilización en Bolivia. Se inició como reacción a la medida gubernamental de exportar gas a México y Estados Unidos a través de puertos chilenos. Esto provocó el rechazo generalizado e hizo confluir dos vertientes presentes en el nacionalismo boliviano: el antimperialismo estadounidense y el antichilenismo surgido la derrota en la Guerra del Pacífico de 1879 y la pérdida de la salida al mar

El desenlace de todo este proceso fue un escenario político donde viejos actores como la Central Obrera Boliviana (COB) tuvo menos protagonismo y en su lugar emergieron nuevas organizaciones de identidad indígena, expresadas en Juntas Vecinales, Cabildos y sindicatos campesinos. Una articulación de la experiencia comunal agraria con la larga tradición cultural en que las naciones indígenas se consideran preexistente a la constitución de una única nación boliviana

Dos prioridades señalarían el nuevo horizonte: la nacionalización de los hidrocarburos y la refundación de Bolivia sobre bases diferentes del Estado colonial y bajo la inclusión de la auto representación indígena. 

El triunfo de Evo Morales en el 2006 expresó ese comienzo. Un comienzo que en 13 años cambió la historia de Bolivia, aunque, seguramente, no lo suficiente. Como dijera en su discurso de asunción “esta revolución cultural democrática, es parte de la lucha de nuestros antepasados, es la continuidad de la lucha de Tupac Katari…y vamos a continuar hasta conseguir la igualdad en nuestro país”. 

El golpe de estado ocurrido hace una semana ha truncado este camino. Sin embargo, si los pueblos capaces de la victoria son los pueblos capaces de un mito revolucionario -como escribió José Carlos Mariátegui- entonces en Bolivia, sin duda, el mito vive en los Andes.


(*) Historiadora, ex delegada de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.



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