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Colegiales que realizaban una parrillada provocaron el incendio en Villa Tunari

hace 7 año(s)

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La nube de humo denso apareció entre los cerros cerca de la 12:30. Era una inmensa mancha gris clara, con jaspes amarillentos que crecía sin cesar y se elevaba lentamente hacia el cielo azul del mediodía. El voraz incendio en el Tunari arrasó 30 hectáreas de bosques y pajonales.

La principal hipótesis del incendio apunta a la parrillada que preparaban unos colegiales en el lugar.

Vista desde Apote, la masa compacta de humo dejaba percibir hileras de llamas rojo encendido que trepaban por los vértices de las montañas con rapidez.

El fuego incendiaba los pajonales, arbustos y matas secas de la ladera oeste de Challa Monte, un lugar próximo a Potrero comunidad del municipio de Quillacollo, a unos 20 kilómetros al norte de la avenida Blanco Galindo, en medio de los contrafuertes de la cordillera del Tunari.

El lugar es un estrecho valle que se extiende de norte a sur bordeado por montañas que ascienden entre 300 y 400 metros por encima de la planicie. La ladera este escarpada, rocosa y muy empinada está cubierta parcialmente por arbustos.

En la del frente de pendiente menos abrupta el suelo está del todo cubierto de vegetación: arbustos, paja, matas y árboles como eucaliptos y pinos numerosos que hasta las 13:00 de ayer crecían altos y saludables, agrupados en bosquecillos dispersos.



A esa hora, visto desde abajo, el humo ascendía y se dispersaba en el cielo impulsado por las llamas que crecían de pronto con los golpes de viento intermitentes.

El fuego saltaba lamiendo las copas de pinos y eucaliptos. Se calmaba, dejaba de trepar, pero se extendía.

Desde Potrero, caminando por la senda que corre al fondo del valle, una docena de comunarios asciende machete en mano hablando en quechua, organizándose para combatir el fuego. Detrás de ellos, cuatro mujeres caminan llevando envases plásticos, para el agua.

Una camioneta de la Policía desciende hacia Quillacollo. Atrás, cuatro adolescentes esconden sus rostros. Son colegiales. “Tienen 16 años”, dijo el sargento segundo Chinche. “Estaban con unos chicos que se escaparon. Las hemos encontrado cuando estaban bajando. Estaban haciendo una parrillada allá arriba, donde está ardiendo”, contó el policía mostrando una rejilla de fierro cubierta de grasa y una bolsa negra con chuletas.

La Policía se lleva a las sospechosas. Entretanto, un comunario corta a machetazos el ducto que lleva agua potable desde una vertiente en las alturas hasta Potrero.

Las mujeres comienzan a llenar con agua botellas, baldes y otros recipientes. Algunas vierten el líquido en los tanques de fumigadoras de insecticida que esta vez servirán para tratar de extinguir el fuego, y “enfriar las brasas para que no se enciendan otra vez”, explicó Roberto Calatayud.

El hombre cultiva flores y hortalizas en su parcela de Potrero y cuenta que ha “venido rápido viendo tanto humo. Otros están ahorita con sus hijos cobrando el bono Juancito Pinto en la escuela, pero ya van a venir”.


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