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María Teresa López alimenta a su hija de apenas un día, Fabiola, en el hospital brasileño de Boa Vista

"Mi bebé habría muerto si me hubiera quedado. No había comida, medicamentos ni doctores", dice María Teresa López mientras alimenta a su pequeña, que nació el pasado lunes por cesárea en el hospital materno de Boa Vista, capital del estado brasileño fronterizo de Roraima. La joven madre, de 20 años, hizo autoestop durante 800 kilómetros desde su hogar en el delta del Orinoco hasta la frontera con Brasil hace cinco meses.

Jackeline, llegada desde Bolívar, sostiene a su pequeña Sofía

Los nacimientos de niños venezolanos en el hospital de Boa Vista, en el estado de Roraima, alcanzaron los 566 el año pasado y, en la primera mitad de 2018, ya suman 571. En 2016, cuando comenzó el flujo de inmigrantes procedentes de Venezuela, eran sólo 288. En 2015, el centro no registró ninguno de estos nacimientos.

Carla, una joven venezolana, posa antes de dar a luz en Boa Vista

María Teresa López afirma que sólo volvería a Venezuela para traerse a su hija mayor, que se quedó en Venezuela con su abuela porque era demasiado pequeña para el arduo viaje hasta la frontera. "No queda nada para nosotros allí," asegura. "No pude hacerme ninguna ecografía hasta que llegué a Brasil, donde es gratuito. Quiero quedarme".

Jasmilfer y su pequeño

"800 personas cruzan la frontera cada día y muchas mujeres y niños necesitan cuidados médicos", afirma Souza. El número de personas procedentes de Venezuela atendidas en los centros médicos de Roraima ha ascendido desde las 700 en 2014 a las 50.000 el año pasado, y 45.000 en tan sólo los tres primeros meses de 2018.

Irene, procedente de Santa Elena, con su pequeña Ashlei

"Hemos alcanzado el límite. Hay largas colas de personas en nuestros hospitales, y no tenemos suficientes recursos para atender a tanta gente necesitada de atención médica", sostiene la alcaldesa de Boa Vista, Teresa Surita.