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La ejecución tuvo lugar en La Meca, una ciudad santa musulmana, que anualmente recibe a millones en el mes del Ramadán.

Sin embargo, en esta ocasión no hubo oraciones como en la festividad religiosa. Todo se trató de llevar a término la sentencia de muerte contra Elias Abulkalaam Jamaleddeen, informó la agencia de noticias.

Este habia sido condenado semanas atrás, por la muerte de una mujer en Myanmar, donde ingresó a un domicilio, para luego disparar a la víctima con arma de fuego y luego la rematarla a puñaladas, según consta en la acusación y posterior juicio contra el implicado.

No era la única causa en su contra. También tenía pendiente otro proceso por el intento de violación contra otra saudí, además de robo de armas y municiones.

Luego de ratificada la condena contra Jamaleddeen, el rey saudí Salmán, fue el que dio luz verde al castigo final del sujeto quien fue exhibido en público, como suele suceder en esta cultura. Incluso los sentenciados a muerte por crucifixión, también son decapitados.

La crucifixión, por el hecho de protestar

En 2015, el mundo se estremeció con el caso de Alí al Nimr, un joven de 17 años que fue capturado en el marco de las protestas por la Primavera Árabe, 4 años antes. Su sentencia a muerte por decapitación y crucifixión, avalada también por Salmán, tuvo eco en las organizaciones que velan por los derechos humanos tanto en territorio saudí como a nivel internacional.

Desde suelo británico, la organización Reprieve hacía énfasis en las implicaciones de este tipo de condenas, no solo para Alí, sino para otro menor de edad que había sido detenido con meses de diferencia, también en el marco de las protestas para exigir la liberación de presos políticos en su país.

“Ambos (Alí y Dawoud) eran menores cuando fueron detenidos, y no han cometido delitos. Sus juicios se celebraron a puerta cerrada y fueron manifiestamente injustos”, declaró en ese entonces, Maya Foa, directora del equipo que se encarga de vigilar el tema de la pena capital en los países en que esta es aplicada.

No se sabe aún cuando será ejecutada la sentencia contra Alí, pero los números de quienes han corrido con su suerte, tienen a las onegés, vinculadas al tema, elevando su queja permanentemente para ver cambios al respecto.

Por ejemplo: el periódico español El País, publicó hace 3 años algunas cifras de la decapitación y crucifixión en Arabia Saudita, destacando que en 2015 se llevaron a cabo 135 condenas consumadas. Se trata de un claro aumento con relación al año anterior, cuando se reportaron 90.

Otras naciones que aplican la pena de muerte, hasta la “crucifixión”

China, Irán, Irak, Arabia Saudí, Estados Unidos, Yemen, Gambia, la India, Japón o Pakistán, forman parte de una lista de 21 países revelada desde 2013 por Amnistía Internacional.

Un año antes a este informe de AI, esta organización en pro de los derechos humanos, aseguró que en todo el mundo tuvieron lugar 682 ejecuciones, dos más que en 2011. Fueron confirmadas además 1.722 sentencias de muerte dictadas en 58 países, versus las 1.923 dictadas en 63 países un año antes.

Cabe destacar que las que se llevaron a cabo en China, no figuran en su informe, dado que la nación asiática mantiene sus datos en secreto.

Las formas en que se lleva a cabo la sentencia de muerte, son variadas pero complejas, como la recién ocurrida en Arabia Saudita.

Según el informe de Amnistía Internacional, estas son por medio de la horca, la decapitación, el fusilamiento y la inyección letal. La “crucifixión” en territorio saudí, donde la organización hace énfasis en las causas por las que sentencian a las personas, van desde delitos económicos y relacionados con drogas, pero “también por ‘apostasía’, ‘blasfemia’ y ‘adulterio"”, unos actos que “ni siquiera deberían considerarse delitos”, concluye AI en su reporte.

Cabe destacar que Japón, también forma parte de los países que crucifican a sus ciudadanos o sentenciados por varios delitos.