La Liga Norte se distancia del independentismo catalán
El partido que pedía la secesión del norte de Italia apuesta ahora por ganar competencias desarrollando la Constitución
La Liga Norte, uno de los escasos aliados que el independentismo catalán siempre ha tenido en Europa, se distancia con claridad de la estrategia del gobierno de Puigdemont, aunque aún expresa simpatías y comprensión por los anhelos de los catalanes que quieren separarse de España. Los liguistas ensayaron la vía independentista hace casi veinte años -si bien lo hicieron como partido, no desde una posición institucional- y no funcionó. Ahora su objetivo es ganar competencias autonómicas, con la presión de los referéndums consultivos y legales -como los que se celebrarán el próximo domingo en Lombardía y el Véneto-, dentro del marco de la Constitución italiana.
En la sede de la Liga Norte en el noreste Milán –unos inmuebles bajo intervención judicial debido a las corruptelas de la familia del fundador, Umberto Bossi– el mensaje es insistente: nuestros referéndums nada tienen que ver con el 1-O en Catalunya. Así lo transmiten a los votantes, algunos de los cuales -los peor informados- expresan confusión y cierto miedo por lo que pueda pasar, tras ver las imágenes de Catalunya. Lombardía y el Véneto no quieren romper la Constitución sino simplemente desarrollar las posibilidades abiertas con la reforma del 2001 e incorporar competencias exclusivas en sanidad, medio ambiente, trabajo, relaciones internacionales, educación y otras.
El gran caballo de batalla es reducir su balanza fiscal desfavorable. A los lombardos les parece muy poco el déficit fiscal catalán, sean 8.000 o 16.000 millones de euros anuales. Ellos sostienen que su déficit fiscal alcanza los 54.000 millones de euros al año. ”Nosotros tendríamos que hacer una guerra civil”, bromea el secretario de la Liga Lombarda, el diputado Paolo Grimoldi.
Desde la Liga Norte siguen con atención los acontecimientos en Catalunya, con una mezcla de perplejidad y preocupación. “No sé cómo acabara –reconoce en su despacho Roberto Calderoli, varias veces ministro con Berlusconi y ahora vicepresidente del Senado–. ¡Y no sé si alguno lo sabe!”
Calderoli, veterano y agresivo parlamentario, es aún partidario del derecho de autodeterminación, aplicado incluso a las regiones europeas, pero hace una puntualización clave. “Siempre he sido partidario de la autodeterminación, pero a través de métodos democráticos y pacíficos, y respetando la ley –insiste–. Si tengo un condicionante constitucional que me lo impide, mi objetivo debe ser la negociación para que se modifique esa Constitución”.
“Pienso que si las cosas siguen así, el Gobierno español procederá a intervenir la autonomía catalana”, concluye el senador, quien se levanta, va a buscar la Constitución italiana y muestra al interlocutor dos artículos, el 120 y el 126, que son equivalentes al 155 de la carta magna española y que permitirían suspender una autonomía italiana en los supuestos de violaciones legales muy graves, decisiones que pusieran en peligro el mercado interno o que contravinieran la Constitución.
Los liguistas, otrora tan revolucionarios, tan rebeldes, se han vuelto muy constitucionalistas y legalistas.
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