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Asesino serial era buen estudiante y no se separaba del primo al que mató

Recibió una beca de un colegio cristiano. Participó de olimpiadas de matemáticas. Era hijo de un policía que murió atropellado en La Paz.

hace 3 año(s)

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El asesino serial Richard Flores Choque (32) era un “excelente” estudiante de un centro educativo cristiano que se encuentra al frente de su casa, en la zona Ballivián de El Alto. En sus años de colegio ganó varias olimpiadas de matemáticas. El director de la Unidad Educativa recuerda que tras la trágica muerte de su padre, que era policía, la unidad educativa le otorgó una beca a él y a su hermana, hoy también detenida como su cómplice, y ambos se destacaron en notas. Era solitario y en la escuela era inseparable con su primo Fidel Lecón Choque, el joven al que asesinó hace 11 años y enterró en otro domicilio de la urbe alteña.

Ningún vecino consultado por este medio se hubiera imaginado que en esa casa, ubicada en Ballivián, un barrio donde las calles son asfaltadas y la tendencia son los edificios de departamentos de tres o cuatro pisos, se hallaran los cadáveres de dos mujeres menores de edad hace una semana. Los pobladores del barrio pusieron crespones negros en sus puertas.

Nunca se escucharon gritos, fiestas que hicieran suponer de consumo de alcohol ni nada que llevara a algún indicio de que allí ocurrían hechos tan perturbadores. “Era una familia absolutamente normal”, dijo una vecina.

En 2013, Choque Flores fue condenado a 30 años de prisión por un feminicidio, pero luego fue liberado por el juez Rafael Alcón. Regresó al barrio, pero con su comportamiento aparentemente tranquilo, y su trato amable en la calle al cruzarse con sus vecinos, hizo pensar que se había reformado.
Pero ahora el temor se apoderó nuevamente del lugar. Este medio intentó entrevistar a la familia que habita justamente la casa del lado. Una señora y su hija llegaban cuando el periodista tocaba la puerta. 

“Los conocía, pero hasta ahí, yo no tengo nada que ver”, afirmó la dama tras percatarse que había olvidado la llave y tocaba la puerta. Se puso nerviosa. Al frente, un grupo de vecinos que hacen vigilia en el lugar, le pidieron que ofrezca una declaración, y ella se molestó. “No quiero hablar, ustedes no me van a obligar. ¿Qué tienen conmigo? Yo tengo otro apellido, no soy Choque ni Flores. Vayan a trabajar, qué hacen parados ahí”, advirtió elevando el tono.

Antes de ingresar, la hija se dirigió al grupo de personas. “No nos molesten, nosotros nada tenemos que ver, déjennos tranquilas. Si ustedes tienen miedo, imaginen nosotros. Cómo nos vamos a pelear por una persona que ni conocemos”, advirtió antes de entrar a su casa y cerrar la puerta.



Las personas de la vigilia señalaron que las dos mujeres eran familiares, una joven de unos 18 años declaró que no se puede tolerar esta situación. “Ya no podemos caminar tranquilos, mis padres no hallan paz todos los días hasta que yo regreso, mi mamá llora de miedo. Estamos a merced de estos desgraciados violadores, feminicidas”.

Víctor Quispe, director del Colegio Evangélico Nazareno Basil Miller, relató que conoce a la familia desde la década de los 60.
Los abuelos de Richard ya son mayores, se fueron a Cochabamba, no sé, tal vez ya murieron. Ellos tuvieron cinco hijos, todos crecieron en esa casa. Magda, hoy detenida en la cárcel del Miraflores, es una de ellas. Se casó con un Policía; tuvo a Richard y Marilín (con detención preventiva en el penal de Obrajes). 

El padre murió en un trágico accidente en la avenida del Poeta, en La Paz. El paso estaba restringido e intentó detener a un vehículo, pero el conductor no frenó, lo atropelló y lo arrastró varios metros dejándolo sin vida en plena vía.
Richard no tenía más de cuatro años. La hermana, que es mayor, ya estaba en segundo grado.

 “Nosotros los hemos becado, toda la zona apoyó a la viuda, ella era joven. Los chicos crecieron aquí”, relató el docente. Richard y su hermana salieron bachilleres en esa unidad educativa. “Eran buenos vecinos. Nunca hemos sido testigos de problemas. No sabíamos a qué se dedicaban”, insistió Quispe.

El director del colegio destacó que ambos eran excelentes alumnos. “Richard nos representó y ganó varias olimpiadas de matemáticas”. Pero, no tenía amigos. “Solamente caminaba de arriba a abajo con su primo Fidel. Y el miércoles nos enteramos que él había sido quien lo asesinó”. Y así fue. Ambos iban a la academia de sargentos de las FFAA, pero Richard desertó. Según las autoridades, la “envidia” lo llevó a envenenarlo y degollarlo.

Lo enterró en otra casa, que pertenece a su madre, camino a Viacha. Allá, los vecinos raras veces lo veían. Pero, cuando iba su comportamiento era diferente. Ese era el lugar donde el delincuente hacía fiestas, bebía y supuestamente cometía sus fechorías.

El Deber


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