“Los eternos candidatos: Reyes Villa, Doria Medina y Quiroga reaparecen sin propuestas ni ideología”
Desde 1989, protagonizan coaliciones fallidas y candidaturas recicladas; hoy llaman a defender la democracia sin asumir su rol en la crisis estructural del país.
La escena política boliviana ha vuelto a presentar una imagen ya conocida por la ciudadanía: la reunión de tres viejos conocidos de la política nacional que, pese a su historial de participación en gobiernos de coalición desde la década de los 90, insisten en presentarse como alternativa renovadora para el país. Manfred Reyes Villa, Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga, ahora al frente de los frágiles bloques Súmate, Unidad y Libre, respectivamente, emitieron un pronunciamiento conjunto donde alertan sobre una supuesta tentativa de “subversión del orden constitucional” y llaman a preservar la democracia boliviana.
Este encuentro, sin embargo, más que un gesto de unidad democrática, ha sido interpretado por varios sectores como el retorno de un trío de políticos que han transitado sin rumbo ideológico claro desde las llamadas mega coaliciones hasta formaciones opositoras tan ambiguas como ineficaces. Desde la finalización del mandato de Jaime Paz Zamora (1989–1993), de cuya gestión formaron parte directa o indirectamente, estos personajes han sabido reciclarse sin cesar en candidaturas presidenciales y alianzas ocasionales, muchas veces en contradicción con sus propios discursos anteriores.
La ciudadanía boliviana recuerda bien que Tuto Quiroga fue vicepresidente y luego presidente durante el período de mayor avance del modelo neoliberal en el país. Reyes Villa, exmilitar y exalcalde de Cochabamba, fue parte de gobiernos cuestionados por autoritarismo y corrupción. Samuel Doria Medina, empresario devenido en político, ha sido incapaz de consolidar una propuesta coherente, alternando entre alianzas de centroizquierda y de derecha según la conveniencia del momento.
Hoy, nuevamente, bajo el pretexto de “defender la democracia”, estos candidatos eternos —que han sobrevivido al desgaste político a fuerza de ambigüedad discursiva y estructuras partidarias vacías— se reúnen para hablar de estabilidad y legalidad, cuando no han demostrado en décadas una visión clara de país. Su llamado a la “no violencia” y al “respeto al Estado de derecho” contrasta con sus propias trayectorias en las que no faltaron pactos pragmáticos con gobiernos en crisis, silencios cómplices ante irregularidades institucionales y una alarmante carencia de propuestas estructurales para resolver los problemas reales del país: salud, educación, justicia, empleo.
La ciudadanía exige más que un discurso de orden; requiere ideas claras, renovación política, y coherencia ética. Y, sobre todo, necesita líderes con verdadero arraigo popular y convicciones firmes. Reuniones como esta no hacen sino confirmar la crisis de representatividad que enfrenta Bolivia: la oposición de derecha no ofrece alternativas reales, solo el eco de un pasado que muchos desean superar.
En medio de un clima tenso y marcado por la confrontación interna dentro del oficialismo, este tipo de maniobras simbólicas buscan reposicionar a figuras caducas bajo el manto de la institucionalidad, sin asumir su responsabilidad histórica en la crisis estructural que arrastra el país desde hace décadas.
La democracia no necesita mesías reciclados, necesita liderazgos nuevos, propuestas serias y una ciudadanía crítica que no permita que se perpetúe la lógica del poder por el poder.
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