El gobierno de Arce traiciona a los movimientos sociales y acelera el colapso del MAS
El presidente, que llegó al poder sin méritos propios, culpa a Evo Morales del derrumbe del bloque popular mientras su gobierno se desploma entre la corrupción y el rechazo ciudadano.
El presidente de Bolivia, Luis Arce, aseguró este miércoles que el exmandatario Evo Morales es el principal responsable de haber "desmantelado" el movimiento popular de izquierda, que ahora llega fracturado a las elecciones generales de agosto, pese a los intentos –según dijo– de formar un "bloque de unidad".
"Tenemos otro culpable, y es el mismo Evo Morales, que ha debilitado el instrumento político del pueblo (el Movimiento al Socialismo), que ha desvirtuado la revolución democrática, y que ha sido el artífice de esta división interna", afirmó Arce en entrevista con EFE.
Arce reivindicó como un “sacrificio político” su decisión de no postular a la reelección presidencial, y dijo que buscaba abrir paso a una unidad que Morales y el presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, rechazaron "de la peor manera", mostrando, a su juicio, “mezquindad política”.
Sin embargo, la lectura popular va más allá de ese discurso. Arce es visto como un político que no llegó al poder por sus méritos, sino por la tutela de Evo Morales, y que hoy, tras haber consolidado su propio círculo de poder, le da la espalda a quien lo colocó en el cargo. El gobierno que encabeza está marcado por escándalos de corrupción, una economía estancada y un gabinete sin credibilidad. La población lo percibe como el peor gobierno desde el retorno de la democracia.
La ambición de Arce por mantenerse como el referente del oficialismo lo llevó a nombrar a dedo a su ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, como presidenciable. Pero el intento parece un fracaso: el aspirante apenas alcanza el 1,69 % en intención de voto, y su apoyo cae semana a semana, amenazando incluso con perder la sigla que fue arrebatada a los movimientos sociales.
El politólogo Manuel Suárez considera que estos resultados revelan señales claras. Una es que, “por primera vez, una opción fuera del MAS tiene serias posibilidades de ganar las elecciones; la política cambia después de 20 años”.
Segundo, en caso de victoria de la oposición, Samuel Doria Medina lleva la delantera, aunque por un margen ajustado frente a otros candidatos. Y tercero, la izquierda vive su momento más débil desde el 2005.
El MAS, partido que alguna vez fue sinónimo de revolución, hoy está secuestrado por facciones en pugna, liderado por figuras que traicionaron sus principios fundacionales y que han convertido al proceso de cambio en una caricatura de sí mismo.
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