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El ministro que permitió el auge del narco y el sicariato ahora se disfraza de salvador institucional

El exministro de Gobierno intenta lavarse la cara con discursos de reforma, mientras su gestión dejó una justicia cooptada, narcoexportaciones desde Viru Viru y policías asesinados por el crimen organizado.

hace 7 hora(s)

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En un giro que raya en el cinismo político, Eduardo del Castillo —exministro de Gobierno y actual presidenciable del MAS— propuso este lunes desde Santa Cruz una “revolución en la justicia”, pretendiendo desligarse de la gestión de Luis Arce, pese a haber sido una de sus piezas clave. “Necesitamos cambio de autoridades y de leyes”, dijo, como si su paso por el Ministerio no hubiese estado marcado por el auge del narcotráfico, la impunidad y la corrupción estructural.

Del Castillo pide “poner orden” en salud, economía y justicia, justo cuando su historial como ministro está manchado por la salida del país de "Centenares de kilos" de droga rumbo a Europa desde Viru Viru —escándalo que sacudió incluso a organismos internacionales— y por la fuga del mayor narcotraficante buscado por la DEA, Sebastián Marset ocurrido bajo su misma nariz. Su incapacidad para enfrentar el crimen organizado alcanzó su punto más trágico con el triple crimen de policias en Porongo, un caso de sicariato que evidenció el crecimiento de redes criminales dentro del país.



Su propuesta de reforma judicial surge en medio del escándalo del caso consorcio, que implica al exministro de Justicia, César Siles, y altos funcionarios judiciales. Filtraciones de audios revelaron intentos coordinados para destituir a magistrados del TSJ y colocar fichas afines, mientras la Fiscalía sigue revelando una red de tráfico de influencias con respaldo político.

Lejos de asumir su responsabilidad como parte de un gobierno que descompuso las instituciones desde adentro, Del Castillo se presenta ahora como un reformador, intentando embaucar al pueblo boliviano con discursos de renovación, cuando fue uno de los responsables del deterioro que hoy pretende resolver.

Mientras se multiplican las detenciones y renuncias por el caso consorcio —incluyendo la del propio Siles— Del Castillo sigue sin rendir cuentas por los vacíos de control que permitieron que el narcotráfico se fortalezca y la justicia sea hoy rehén del poder político. Su candidatura no es más que un intento desesperado por reciclarse y mantenerse a flote dentro de un modelo agotado, marcado por la impunidad y el encubrimiento.


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