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Branko Marinkovic: del separatismo al oportunismo electoral

La figura de Branko Marinkovic, lejos de representar una alternativa real, parece encarnar una repetición de viejas recetas

hace 2 dia(s)

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En plena crisis económica y social que atraviesa Bolivia, resurgen voces que evocan los fantasmas del pasado. Branko Marinkovic, empresario, exministro del gobierno de facto de Jeanine Añez y beneficiario directo de una polémica dotación de más de 33.000 hectáreas de tierras, ha reaparecido con un discurso alarmista que busca deslegitimar el proceso electoral en curso. Lejos de aportar a la estabilidad democrática, Marinkovic insta a “no confiarse” en las elecciones, alegando que “Evo Morales no compite, conspira”.

Sus declaraciones, difundidas por redes sociales, reviven el tono confrontacional y golpista que lo caracterizó durante su etapa como líder cívico cruceño, donde jugó un papel clave en los intentos de fragmentar Bolivia a través del fallido proyecto separatista de la llamada “media luna”. Un proyecto que, como se denunció en su momento, incluyó el reclutamiento de mercenarios extranjeros para dividir el país y atentar contra la integridad territorial del Estado Plurinacional.

Resulta cínico que quien se autoproclamó defensor de la democracia haya sido parte de un régimen ilegítimo, instalado tras un golpe de Estado en 2019, y que hoy pretenda erigirse en voz moral frente a un gobierno electo. Sus críticas al Movimiento Al Socialismo (MAS) ignoran deliberadamente su propia historia de impunidad: fue exonerado de procesos judiciales por terrorismo, mientras jueces afines consolidaban la restitución de sus tierras mediante sentencias constitucionales hechas a medida.



Esos mismos magistrados que le devolvieron las 33 mil hectáreas —en un acto judicial ampliamente cuestionado— son ahora los que anularon la reelección indefinida, con una sentencia funcional al nuevo pacto entre élites empresariales y sectores del poder judicial. No sorprende, entonces, que Marinkovic intente desviar la atención de las verdaderas causas de la crisis económica y social, instrumentalizando el descontento popular para sus fines políticos.

El país atraviesa momentos difíciles: la escasez de combustibles, la falta de dólares y el alza en los precios reflejan una crisis estructural que requiere soluciones colectivas, no llamados a la confrontación ni arengas incendiarias. Mientras sectores sociales expresan su rechazo al actual manejo económico mediante bloqueos, Marinkovic alimenta la polarización con el mismo guion que usó en el periodo de inestabilidad entre 2003 y 2006: azuzar, dividir y luego victimizarse.

Los bolivianos y bolivianas no olvidan que fue durante su paso por el Ministerio de Economía que se consolidaron políticas regresivas y decisiones que favorecieron a los grandes grupos de poder. Su “radicalismo democrático” no es más que una máscara para continuar defendiendo intereses particulares a costa de la voluntad popular.

A menos de tres meses de las elecciones generales del 17 de agosto, el país no necesita más incendios verbales ni cruzadas moralistas de quienes siempre actuaron al margen de la institucionalidad democrática. Bolivia necesita propuestas serias, no conspiraciones disfrazadas de advertencias. Y, sobre todo, necesita memoria.

 


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